CANTA LA PERDIZ MAGNUM

CANTA LA PERDIZ MAGNUM

CANTA LA PERDIZ MAGNUM

AÑADAS: 2019.

Variedades:

Tempranillo, cariñena, blanca del país y otras.

Crianza:

30 meses en roble frances.

Vino ecologico

Certificados de agricultura ecológica en España | Ecología

950,00 €

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Canta la Perdiz empezó a producirse en cantidades mínimas en 2011 y 2012 a modo experimental, con el objetivo de entender profundamente el viñedo del que proceden sus uvas antes de comercializar el vino. En 2013 llegaron al mercado las primeras 1200 botellas de este excepcional vino tinto elaborado con la fruta del viejo viñedo que le da nombre, en el pueblo de La Aguilera, a casi 900 metros de altitud. Las cepas cuentan con más de un siglo de historia y parece que se plantaron en dos momentos distintos, unas a principios de 1900 y las restantes unas décadas antes, con anterioridad a la plaga de la filoxera.

Se trata de un viñedo que mira al sur y que, por tanto, agradece las añadas frías. Uno de sus secretos está en su suelo calizo laminado, como si de pizarra se tratase, que permite que las raíces busquen su sustento en profundidad, ganando complejidad y elegancia. Como toda vieja parcela, en Canta la Perdiz conviven uvas de distintos colores y variedades, en este caso: tempranillo (80%), cariñena, bruñal, bobal, albillo … Los racimos enteros de las distintas variedades fermentan siempre juntos, aunque aquellas variedades que no maduran a la perfección no forman parte del corte. Después, el vino envejece pausadamente en una fría cueva, al abrigo del roble. Quizás sea la pausa que le otorga la gélida temperatura de crianza lo que explica su carácter etéreo, de extrema elegancia. Canta la Perdiz es un vino preciso, armónico y cristalino y, todo ello, sin perder ni un ápice de tipicidad. Fluye sin pesar, pero deja tras de sí un intenso rastro de seducción. Su delicado perfume adorna una fuerza interior cimentada en una estructura sólida de taninos refinados y de electrizante frescor. Su aroma es casi exótico, combinando claros recuerdos a nuez moscada con los de tiza provenientes del terruño y los tiernos recuerdos a pétalos de flor. La fruta silvestre en sazón, los finos toques tostados y su intensa mineralidad lo convierten en uno de los vinos más particulares y distinguidos de la Ribera del Duero.

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Tempranillo, cariñena, blanca del país y otras.

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